domingo, 28 de abril de 2013

Inmovilistas, aperturistas y reformistas (1969-1973)


La España de 1970 vive un marco de conflictividad social. El fin del colonialismo en Guinea y los problemas políticos desembocan en una acusada conflictividad estudiantil. Los movimientos estudiantiles cobraron mayor fuerza durante este periodo y resultaban insolubles para el sistema. La única reacción posible fue el incremento de la represión sobre los sectores universitarios.

Dicho malestar estudiantil tuvo su origen en la incapacidad de adaptación al régimen. De esta forma, la vanguardia antifranquista estaba configurada por la intelectualidad universitaria de manera unánime. En 1973, Villar Palasí, miembro del Opus Dei, propuso modernizar el nivel académico español respetando la institución política establecida.


Manifestación estudiantil

Sin embargo, el aumento constante de la conflictividad social provocó la unión de izquierda y derecha en el marco político español. Por otra parte, el tardofranquismo pierde la oportunidad de articular un nuevo modelo de reforma que asegure la continuidad del régimen. Así pues, también pierde el apoyo de la Iglesia. Este hecho fue interpretado por el propio Franco y Carrero Blanco como una traición.

Abandonar la religión se había convertido en una medida de protesta ante la antigua alianza entre la religión y el franquismo. Dicha alianza tuvo consecuencias perniciosas para la Iglesia en España.

La nueva estrategia del Vaticano pretendía establecer la independencia con respecto al régimen franquista. Se llevó a cabo una negociación del Concordato y el nuevo representante de la Iglesia española, el cardenal Tarancón, encarnaba un exaltado perfil progresista. En 1971, la Conferencia episcopal mostraba una actitud afín a la ideología de Tarancón. Este se convirtió en un obispo político, el cual pretendía separar a la jerarquía eclesiástica del régimen franquista.


Una de las reuniones entre el cardenal y Franco

En el ámbito social, entre 1950 y 1970, se produjo un aumento de la población. Asimismo, se acentuaron factores como el éxodo rural y la emigración. Este contexto, hizo nacer un brote nacionalista en el País Vasco, recelosos de los nuevos inmigrantes que podían modificar sus tradicionales estilos de vida. La larga tradición vasca hacia política radical derivó en la creación de ETA (“Patria Vasca en libertad”).

Dicha asociación estaba formada por el clero conservador, amparado en el fuero vasco, y militantes independentistas del PNV. Propugnaban una acción directa y en 1969 provocaron numerosos asesinatos en el territorio vasco. En 1953, tras la detención de varios de sus miembros, ETA fue considerada aparentemente desarticulada.


Represión contra dos de los etarras apresados

Algunos de sus ataques fueron evitados, como es el caso del intento de asesinato del propio Caudillo en sus vacaciones en el Pazo de Meirás.

En el juicio de Burgos, se contaba con 16 detenidos pertenecientes a ETA, de los cuales 9 de los procesados fueron condenados a muerte, a pesar de las demandas de clemencia. En cierto modo, las acciones terroristas de este grupo eran legitimadas por algunos sectores de la sociedad.

El 17 de diciembre de 1970, el franquismo más intransigente hizo una convocatoria de masas en la plaza de Oriente de Madrid con el fin de mostrar su apoyo al caudillo. El 30 de diciembre, se firmaron los indultos para evitar que el régimen cayese en el desamparo.

Así, este período franquista puede concluirse como una etapa de depresión del régimen. El apoyo de la sociedad vasca, los excesos policiales y los frentes de oposición incentivaron el surgimiento del terrorismo como medida de reacción. De esta manera, ETA fue fundamental como movimiento antifranquista.

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