A comienzos
de los años 50, España presentaba el menor consumo energético de todo el
continente y su renta per cápita era similar a la de los países
subdesarrollados. Además, el aislamiento internacional le llevó a quedarse
fuera del Plan Marshall. De esta forma, se puede considerar la década de los 40
como un período perdido para el desarrollo económico del país.
En este
contexto, se defendía a ultranza la industria local deficitaria y, como
consecuencia, la escasez, el hambre y el mercado negro se adueñaron del país.
Ante dicha situación, el gobierno tomó la determinación de industrializar el
país. Con este propósito, se desarrollaron la industria de la siderurgia y la
hidroeléctrica. Sin embargo, hubiese sido una mejor elección potenciar el
sector agrario, base económica de la España del momento. Pero el gobierno
franquista prefería consolidar el proyecto imperial de la industria.
Ciudadanos esperando para recoger alimentos (racionamiento)
Por otra
parte, la concepción política de Franco, contraria al liberalismo, chocaba con
el sistema económico expandido por todo Occidente. No obstante, España era un
país pobre en recursos económicos y no podía permitirse una política
autárquica.
En los años
40, el 33,7 % de la población no disponía de agua potable; el 20 % no tenía energía
eléctrica y el 94 % carecía de calefacción. Como consecuencia, en 1951 el
retraso económico español era una evidencia. La eliminación de sanciones por
parte de la ONU en el año 1949 y la llegada de ayuda americana, también en
1949, supone el fin de la autarquía pura. A partir de este momento, se lleva a
cabo una autarquía más moderada, donde cobran mayor importancia la iniciativa
privada y el comercio.
Así pues,
la renovación del país también comportó sus secuelas. En 1958, España
presentaba un menor volumen de reservas y había acumulado deuda exterior. Sin
embargo, esta crisis había sido consecuencia del rápido desarrollo económico de
la década anterior.
Ante el
problema que se presentaba, Carrero Blanco propuso una coordinación de la
estructura estatal con mayor eficiencia. Las medidas propuestas perseguían
objetivos como evitar la inflación. Asimismo, había una intención de superar la
crisis reformando el sistema; es decir, volviendo a la estricta autarquía
intervencionista, caracterizada por el racionamiento y el aislamiento.
No
obstante, España no podía quedarse de nuevo fuera del desarrollo europeo por
motivos ideológicos. La crisis agraria de 1959 había dejado al país sin divisas
y, ante este contexto, Mariano Navarro Rubio formuló un plan económico aceptado
por Franco. Así, la peseta se devaluó frente al dólar. Además, se produjo un
camino hacia la institucionalización monárquica, lo cual comportó una apertura
económica exterior. Esta nueva política económica sufragó los siguientes 20
años del franquismo. Al mismo tiempo, otros beneficios se derivaron de la
reforma: aumento de la natalidad gracias al plan de estabilización, superación
de la independencia de Marruecos…
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